20/04/2024 - Edición Nº1963

Sociedad | 1 jun 2014

30 AÑOS DE ROCK EN DEMOCRACIA

A pesar del plan sistemático de aniquilación que se llevó a cabo en la década del ’70 a través de la censura, persecución, tortura, desaparición y muerte, el rock construyó una vanguardia musical de protesta, clandestinidad y resistencia, logrando reconfigurar la esencia de la música popular.


Por Javier Tucci

A mediados de los años ’70 el rock argentino incorporó códigos metafóricos en sus letras para hacerle frente a una sociedad opresora y genocida. La escena rockera comenzaba a alzar su voz a través de panfletos que hacían referencia al amor, la censura y héroes imaginarios.

El 24 de marzo de 1976 la dictadura inauguraba una etapa sangrienta y oscurantista, orientada a reestructurar el rumbo del país, lo que significó modificar plenamente la estructura social, política, económica y cultural de la Nación. En lo que respecta al rock y la música popular se emplearon medidas como la prohibición de ciertas canciones y músicos  nacionales, latinoamericanos e internacionales, lo que posibilitó abrir otra página de censura, la peor. Se ejerció un poder autoritario y devastador a través de la tortura y la desaparición forzosa de personas vinculadas al modelo de liberación nacional, entre ellos obreros, militantes, sindicalistas, intelectuales, artistas y periodistas.

Frente a esta coyuntura el joven comenzó a construir un “nosotros” en oposición a la dictadura cívico militar, generando así una resistencia que se encausó a través de diferentes parámetros como los recitales clandestinos. Otro pilar de la trinchera cultural fue la incidencia de revistas del under como Expreso Imaginario, que no sólo brillaba por su carta de lectores u opiniones sobre bandas de rock, sino también por la información sobre ecología y notas de opinión contra las monopolizaciones. Crisis también hizo lo mismo pero desde un abordaje más periodístico e intelectual popular y latinoamericano.

El historiador Sergio Pujol en su libro “Rock y Dictadura” (Crónica de una generación) 1976-1983, explica que “no se podía ser militante social, ni dirigente estudiantil, ni simpatizante político. Nos quedaba ser rockeros o irnos del país”. “A la canción comprometida con la acción política, como en el caso de Mercedes Sosa o Roque Narvaja se les sumaba una nueva estética y espíritu cultural”.

Algunos músicos y militantes y en algunos casos músicos militantes, tuvieron que exiliarse, como el caso de Charly García y David Lebón  quienes comenzaron a construir en 1978 en Buzios (Brasil) lo que conocemos como Serú Giran, o el caso de Lito Nebbia que había partido a México, y la lista continúa.

Hacia 1978 los centros clandestinos de detención llegaban a 364. Ese mismo año el país fue sede del mundial de fútbol,  una estrategia de Videla y sus secuaces para tapar un poco el genocidio que se estaba llevando a cabo y demostrarle al mundo que en Argentina éramos todos “Derechos y Humanos”. Muchos fueron cómplices de la dictadura y muchos ocultaron que a pocas cuadras del monumental de Núñez, en lugares como la ESMA, se subía el volumen de alguna radio en la que sonaba un rock o un partido de la selección, utilizando el fuerte y cómplice sonido de fondo para picanear a los detenidos.

Hacia finales de los setenta canciones de artistas como León Gieco, Luis A. Spinetta y Charly García, eran prohibidas por el Comfer, realidad totalmente opuesta a la actual, donde el AFSCA brinda un 2% de su presupuesto al Instituto Nacional de la Música (INAMU)-a través de la ley de la música votada en el congreso de la Nación en el 2012-para la producción y circulación de contenidos, como así también para hacer cumplir que los medios reproduzcan un 50 % de música de origen nacional y un 15% de ese 50 de producción independiente.

Volviendo a la censura, un territorio de lo clandestino se levantaba en la ciudad de La Plata en medio de lozanazos, los recitales de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, una especie de troupe estética que recreaba un ambiente teatralezco y circense en medio de tanto palo y represión. El público era partícipe de experiencias con bailarinas, monologuistas y simulaciones sobre un mundo imaginario. Sergio Martínez (alias Mufercho), primer monologuista del grupo vociferaba en uno de sus diálogos: “saca tu pesado culo de metal de acá”, haciendo alusión a la falta de libertad.

Existían muchas formas de burlar a la dictadura y a sus instrumentos de control como el Comfer. Una de ellas fue la adopción de nuevas formas de percepción de las letras y la música, nuevos códigos que fueron posibles a través de nuevos modos de composición entre líneas, desde la metáfora. “Déjate atravesar por la realidad, porque es muy malo dejar pasar por un costado a la historia ésta”, expresaba León Gieco en una de sus viejas canciones acompañando al público del rock a resistir y a construir un nuevo modo de pararse frente al mundo.

Hacia 1982, luego de seis años de oscuridad dictatorial, el gobierno de facto decidió jugar su última carta apostando a glorificar sus bases y a reencausar su doctrina. El plan ideal: ¡Declararle la guerra a Gran Bretaña!, que ocupaba los archipiélagos desde 1833.

Comenzaba a darse un nuevo escenario del rock donde aparecían en escena Juan C. Baglieto, Fito Páez, Los Violadores, Virus, Sumo y los Twist, entre otros, al tiempo que se prohibía difundir música en inglés. Este acto punible rumbeó fructífero para el rock, teniendo en cuenta que dio pie al surgimiento de un nuevo movimiento social: una nueva etapa en el Rock Nacional. Fue el año en que se organizó el festival de solidaridad latinoamericana, un homenaje a los soldados que por aquel entonces luchaban en Malvinas.

El horror comenzaba a disiparse mientras las gargantas coreaban “se va a acabar la dictadura militar” y cientos de pibes morían en la isla del atlántico sur luchando por las órdenes de un borracho genocida.

Fue en ese momento en que la juventud comenzó a procurar nuevos espacios donde juntarse, expresar y compartir sus mismas frustraciones. Refiriéndose al rock de aquellos años, el sociólogo Andrés Thompson sostiene que “los recitales simbolizaban para los jóvenes una isla de paz, un reducto donde a lo largo de dos horas la música podía adquirir cierta omnipotencia como para hacer olvidar los problemas externos, amalgamando al público en una ceremonia de comunión y solidaridad”

Ese mismo año la revista Pan Caliente realizó un recital en el que participaron diferentes bandas, entre ellas Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota a la cabeza de Skay Beillinson, quien ese día tomó el micrófono debido a una cuestión de principios que el Indio Solari siempre respetó a rajatabla, como la de tocar ‘solos y de noche. El show no sólo despertó el goce de los presentes, sino que también sedujo el costado más cruento de los milicos, estado que fue alcanzado luego de que una bailarina arribara al escenario semidesnuda con atuendo militar. A los ojos de los uniformados que se encontraban custodiando el festival, el hecho significó una ofensa. No se trataba de una denuncia a través de la metáfora, era por demás explicitada. Aquella situación llevó a que el grupo de control vociferara contra la banda: “o bajan ustedes, o subimos nosotros”. El rock abría un nuevo capítulo.

La derrota en Malvinas significó el fin inminente del gobierno militar. A medida que la represión se disipaba, la sociedad se agrupaba para aclamar la “libertad”. Los Violadores, banda liderada por Piltrafa se animaban a entonar “represión a la vuelta de tu casa, represión en el kiosco de la esquina, represión en la panadería, represión 24 horas al día”.

“Que un sueño acabó ya te dijeron, pero no que todos los sueñitos no”

El 10 de diciembre de 1983 retornaba la democracia y el rock surfeaba en nuevas direcciones. La escena que los representaba estaba en La Esquina del Sol, Stud Free Pub, Café Einstein y Zero Bar, entre otros. Por allí pasaron los Sumo, Violadores, Soda Stereo y los Twist.

En recitales ochenteros, en lugares como el Paracultural o Palladium, la historia negra parecía no haber terminado. Los interrogatorios siguieron al igual que los pedidos de documentos, como así también las detenciones, las golpizas y los traslados a calabozos, las famosas razzias. Quien recrea muy bien aquellos años es el periodista y escritor Jorge Boimvaser: “mucha gente iba a los recitales en busca de algún tipo de identidad musical que había en los setenta. En los ochenta mucha gente como yo (30 años en aquel entonces) iba a Cemento o al Café Einstein para encontrar alguna expresión musical en la cual poder descargar e identificar el inconformismo que uno seguía teniendo y a la vez disfrutar del arte por el arte mismo. O sea, no buscar siempre las metáforas detrás de la música”. Boimvaser se refiere a que los jóvenes decidían ir por la explicidad de la música, al mensaje directo.

Si en los ’70 el actor represivo fue la mano dura de los militares, en los ‘80 y ‘90 tomó la posta la fuerza policial. Ocho años de democracia entre comillas bastaron para demostrarle al rock, a su público y a la sociedad entera que la libertad de expresión y la capacidad de disfrutar de un recital entre amigos, era una careta. El 19 de abril de 1991 volvieron aquellos aires densos cuando Walter Bulacio de 17 años fue detenido por la fuerza policial en la previa a un recital de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota en el Estadio Obras Sanitarias. Luego de una feroz paliza en manos de la policía,  fue trasladado al hospital Pirovano para luego morir.

A lo largo de los’90 el rock pudo rescatar cierto nivel contestatario de los años ‘70. Los jóvenes se identificaron con organismos de Derechos Humanos como Madres y Abuelas de Plaza de Mayo; le cantaron a la represión policial, el gatillo fácil, a la cultura que resiste en la villa a través del aguante, mediante las anécdotas en la esquina. Algunos periodistas de rock actual (o pseudos periodistas de rock) piensan que el rock que se construyó en los ’90 correspondió a un pseudo movimiento naif que se identificó con figuras como el Che Guevara mercantilizado, lo cual nos permite afirmar que esta gente no ha tenido nunca en cuenta el vaciamiento cultural y la falta de referentes que produjo el Consenso de Washington en la Argentina del menemato.

Los códigos y experiencias que levantaron los jóvenes rockeros de los ‘70 se reelaboraron en los ‘90 con otros nombres que llegan a inscribirse también en la actualidad. Ya no son los encuentros clandestinos para escuchar discos en un winco del garage de algún amigo; no se trata de comunicarse bajo la seña del boca en boca. Los ‘90, lejos de la libertad de expresión, se perfiló bajo la sombra corrupta de un gobierno como el del ex presidente Carlos Menem, una época donde sin duda el “hágalo usted mismo” valió la pena alquilar para ver. El descreimiento político y el libre albedrío de la corrupción, terminaron por delinear un escenario al que el joven rockero le dedicó pura y exclusivamente su canto y melodía.

Corría el año 1994 y la banda punk rock de Valentín Alsina 2 minutos cantaba: “ya no sos igual, sos un vigilante de la federal / Vos sos buchón de la policía federal”. Otra de sus canciones describía su barrio en medio de la miseria que había significado la crisis post dictadura y el resquebrajamiento social de los noventa. “Nosotros venimos del sur de la ciudad / un barrio de leyenda tango y arrabal / nosotros venimos de un barrio, de un barrio industrial / tenemos algunos bares con sus típicos borrachos / y algunas linyeras pidiendo algo que morfar / barrio obrero Valentín Alsina”. La descripción funciona como denuncia explícita a la gran crisis por la que atravesó la Argentina luego del período de privatización del sector público que implementó Menem, década entreguista, de relaciones carnales con la embajada de EE-UU.

La metáfora siguió insistiendo a través de los inmortales Spinetta y Charly García; la Renga y Los Piojos fueron la escena  de la revolución musical de los ’90, pero sin lugar a dudas la banda que moldeó un hábitus sobrenatural fue  Los Redondos, junto a su público antipolicía y anti institucional, creando un nuevo “nosotros”.

Grupos como Ratones Paranoicos primero y luego Viejas Locas inauguraron otra etapa, la del Rollinga (antes era el Stone o firestone)  proyectando un legado a los jóvenes seguidores de La 25 e Intoxicados. Y no podemos olvidarnos de bandas  como los ya disueltos  Todos Tus Muertos y Actitud María Marta, quienes han  aportado mucho a la nueva construcción contestaria del rock, siempre en el circuito under de movidas independientes. O el caso de El Otro Yo, impulsores de la UMI junto a compañeras y compañeros como Diego Boris y Cristian Aldana-entre muchos que trabajaron incansablemente de norte a sur y de este a oeste del país-  que llegaron a lo más preciado para un artista, la justa posibilidad de brindarle cultura a la cultura a través de su producción y distribución del arte, en este caso la música desde la ley de la música. Una nueva era del rock necesitaba de la búsqueda de nuevos códigos para seguir alejándose de la incrédula y ficticia música comercial y sus millones manchados de imposiciones culturales.
Siguen sin saldarse las viejas cuentas de los censurados, de los exiliados, de los que hoy son discriminados por pertenecer a nuevas subculturas del rock, culturas musicales híbridas que trasgreden el mercado, que se autogestionan y que no escatiman a la hora de fusionar ritmos, instrumentos, lenguas y costumbres: un combo multicultural  revolucionario.

Los ideales siguen intactos, la creación aún más. Y para remitirme a este ejemplo debo traer a un 100 % rockero... el señor Pity Alvarez. Muchos lo tildarán de drogón perdido, alucinado del sistema…pero lo que se olvidan es que al igual que muchos de los que se forjaron en épocas que dejaron vacíos incalculables, fueron víctimas de una artillería diseñada que se encargó de sembrar locura y desigualdad. Pero volviendo al Pity, el sí es el gran juglar de monoblocks, el que sabe como se manejan todos en el barrio, el que tiene la posta, el que sabe describir a lo gonzo el verdadero espíritu rockero desde un análisis del día a día.

Hoy podemos hablar de un proceso de recuperación de la cultura y el Estado, pero no olvidemos que las crisis pegan… y muy hondo; sólo será cuestión de agruparse y seguir luchando por lo que es nuestro, la posibilidad de construir desde lo comunitario y lo popular.

Aunque repriman al rock, el rock nunca morirá.

PD: sé que muchos y muchas dirán que faltó agregar parte de la historia del BA rock del 82, con V8 diciendo que los hippies son todos put..., o lo que significó Clics Modernos de Charly, segundo disco solista de García lanzado el 5 de Noviembre de 1983 a dias de que retornara la democracia, o que faltó traer bandas un poco más nuevas como onda vaga (chiste) y bla bla bla, pero es lo que hay! También habría que rendirle homenaje a las 194 víctimas de Cromañón. 

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