18/04/2024 - Edición Nº1961

Editorial | 1 oct 2014

UN AÑO PARA LOS PRÓXIMOS 10


Por Federico Martelli

Cuando falta un año para las elecciones generales que definirán el rumbo político, económico y social de nuestro país, se intensifican el debate y la lucha política. El establishment ve en la imposibilidad de Cristina Fernández de Kirchner de ser candidata a presidenta nuevamente, la oportunidad para hacer coincidir el final de nuestro gobierno con el famoso “fin de ciclo”.

La estrategia es clara: gane quien gane en 2015, debe aceptar la agenda del Foro de Convergencia Empresarial. Las tácticas son múltiples y se desarrollan en todos los planos.

En el plano económico, juegan fuerte a desestabilizar el modelo mediante el ahogo del sector externo. Cuando el país había arreglado con el Club de París, con Repsol y los juicios en el CIADI y se consolidaban las condiciones para el ingreso de capitales, la Corte Suprema de EE.UU. tomó la decisión política de voltear esa posibilidad al dejar firme el fallo del Juez Griesa.

Este escenario de escasez de divisas genera las condiciones necesarias para atacar el valor del peso a la espera de obtener ganancias extraordinarias vía devaluación. Esa situación empuja a sectores de la producción hacia la especulación. La retención de la cosecha de soja y cereales, va en este sentido y priva al país de las divisas necesarias para sostener el crecimiento.

Para sostener el consumo popular, el gobierno inyecta una impresionante masa de pesos al mercado, que los reabsorbe vía remarcación de precios. Esto corre contra la competitividad del campo y de la industria, fortaleciendo la posición de las importaciones y debilitando al sector exportador, lo que agrava más la demanda de divisas.

Esto es, en concreto, estancamiento económico y reducción del poder adquisitivo de la clase trabajadora (al menos de una parte). Pretendieron de este modo empujar a Cristina a un arreglo desesperado con los Fondos Buitres, lo que hubiera conducido inexorablemente a la caída de la restructuración de deuda de 2005 y a reimponer el mecanismo de la deuda como medio de sujeción política.

Los acuerdos con Rusia y China, sumado a los primeros resultados de la nueva política hidrocarburífera deberían traer cierto alivio que nos dé tiempo para desatar el nudo gordeano (o cortar la soga) de la deuda en default.

En el plano político intentaron arrinconar a Cristina para que se resignara a transitar la última etapa de su mandato sin tomar grandes decisiones. Para ello buscan la forma de romper el peronismo de dos maneras. Por un lado, acercándole intendentes y dirigentes a Massa.  Por otro, trabajando para que Scioli tome una posición de autonomía frente a la Presidenta, lo que indefectiblemente lo llevaría a romper y dejarla aislada.

Pretendieron instalar la idea de que la elección se tenía que definir entre tres candidatos (Macri – Massa – Scioli) y que todos ellos son más o menos lo mismo. Esto por ahora ha fracasado, ya que Massa no logra arrastrar parte importante del peronismo y, sobre todo, porque Scioli no ha mostrado grietas del tamaño suficiente para que puedan meterse las operaciones en marcha.

Otro elemento de la táctica de desgaste político es cuestionar la legitimidad de la Presidenta y del Congreso de la Nación argumentando que el poder que ejerce el FpV es producto de las elecciones de 2011 y que entonces existe un desfasaje entre lo que “la gente” votó hace 3 años y lo que “la gente” quiere ahora.

Esto también ha fracasado. Los propios dirigentes opositores tuvieron que reconocer en reiteradas oportunidades que el FpV impone su mayoría ganada legítimamente y que la base social del gobierno, no solo no cuestiona el ejercicio del poder, sino que lo apoya.

Los propios voceros del establishment, como Rosendo Fraga, Marcelo Longobardi, Carlos Pagni, Joaquín Morales Solá o Jorge Lanata reconocen públicamente que la Presidenta no ha perdido poder y enumeran tres factores: Cristina hace política, mantiene al peronismo unido y movilizado y la oposición no tiene proyecto.

En el plano social es donde más atención debemos prestar. Es allí donde las dificultades económicas se transforman en problemas sociales. El estancamiento económico y la inflación golpean principalmente a los trabajadores no registrados (35%) que este año perdieron poder adquisitivo. También los sufren los sectores industriales que aceleraron los despidos y suspensiones.

Si bien el gobierno ha incrementado los montos de la Asignación Universal por Hijo (AUH) y de las Pensiones y Jubilaciones, se nota la merma de dinero circulante en la calle y aunque la situación no es grave, hay cierto malestar. Los operadores del caos están moviéndose con sigilo y premura en los conurbanos para organizar los tradicionales saqueos de diciembre.  

Si hay algo que tiene claro el establishment es que no pueden permitir que Cristina llegue a las elecciones del año que viene ocupando el centro de la escena y marcando la agenda. Por eso no debe sorprendernos que apelen a medidas más extremas en aras de retomar la iniciativa.  La rebelión policial del año pasado marcó un camino que están dispuestos a seguir. En 20 días atemorizaron al pueblo, enfrentaron al pueblo entre sí, dejaron un tendal de muertes, fijaron un piso altísimo para las paritarias estatales (lo que aceleró la inflación) y dieron una señal de insubordinación al poder político como no se había visto desde el golpe del 76.

Más allá de los dispositivos de contención que puedan diseñarse e implementarse, el problema es intrínsecamente político y de ninguna manera policial o judicial. La diputa es por la mantención o pérdida de poder y la calle juega y jugará un papel central hasta octubre de 2015.

Un año nos separa de las elecciones generales. Son 365 días en los que el proyecto nacional deberá desarticular las maniobras corrosivas, destrabar el problema del estancamiento y la inflación, definir un candidato y que este gane las elecciones.

Parece mucho, parece demasiado; pero tratándose de Cristina Fernández de Kirchner no debería sorprendernos que se haga realidad.

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