20/04/2024 - Edición Nº1963

Geopolítica | 3 nov 2020

ESTADOS UNIDOS

El Pereistroiko señor Biden

La vieja receta demócrata, en un mundo que cambió demasiado y que se encuentra sacudido por un drama sin igual, parece en sí mismo una reforma. Proponer apertura en un mundo que se cierra, esa es la perestroika de Biden.


Por: Nicolas Mujico, Politologo UBA, maestrando en Defensa Nacional UNDEF

 

Un viejo chiste soviético contaba que un tren se detiene por falta de vías. Lenin propone una jornada de trabajo voluntario, Stalin fusilar a los saboteadores, Jrushchov, sacar las vías de atrás y ponerlas adelante, Brezhnev cerrar las ventanillas del tren y fingir que siguen andando y Gorbachov salta del tren gritando: “¡Camaradas, no hay más vías!”.

Es verdad, que, si quisiéramos llevar esta historia a los EEUU, nos sobrarían varios personajes, pero más confuso es identificar quien de los dos candidatos finge que el tren sigue en marcha y quien corre asustado. De acuerdo a los discursos que se vienen escuchando, pareciera ser que el Pereistroiko es Biden. Ya desde sus primeros discursos, advierte que Estados Unidos, atraviesa una tormenta perfecta al reunirse en un solo momento cuatro crisis pesadas: la sanitaria, la económica, la política y la del cambio climático.

Nacido en 1942, podría convertirse en el segundo presidente católico luego del Fusilado Kennedy y, quizá, en el presidente más viejo de la historia de su país si logra vencer y estar algunos meses en la Casa Blanca para superar el record que actualmente posee Ronald Reagan. Representa la esperanza progresista del partido demócrata. Un hombre que acompañó la invasión a Irak pero luego fue de vital importancia en el retiro de tropas de dicho país. Vital también, en la intervención militar en Libia en 2011 porque hay que reconocer que, progresistas o reaccionarios, no dudan en intervenir en donde pueden y consideran que deben para sostener su poder global.

Los tiempos han cambiado, para Biden y para Estados Unidos, tal como el candidato demócrata advirtiera luego de la última denuncia en su contra, por tocamientos inapropiados. Acompañó a un Afroamericano en la Vicepresidencia en un país en donde el racismo es casi tradición y hoy lleva en su formula a Kamala Harris, hija de un Jamaiquino y su madre proveniente de la India en una cultura en donde la nacionalidad está fuertemente ligada a la ascendencia genealógica. Los gestos de Biden parecen suficientes para llevarse la elección con poco esfuerzo, en un país gobernado por un empresario voraz, decidido a hacer más ricos a los ricos y que desatiende los serios problemas de amplios sectores sociales en medio de una pandemia que se lleva puesto al mundo y en especial a los sectores más desfavorecidos. En la actualidad, el desempleo negro en Estados Unidos, alcanza el 15%, y el Latino el 14%. Trump ha decidió ignorar dicha situación. A Biden le alcanza con mostrar al ex presidente demócrata y a su actual compañera de fórmula para no necesitar decir nada. Simplemente se pregunta, ¿seremos la generación que destierre el racismo de nuestra personalidad nacional?

Piensa Biden, que la tercera es la vencida, después de sus dos intentos fallidos de acceder a la presidencia de Estados Unidos. Piensa Trump, que no hay dos sin tres. ¿Cómo está logrando el Pereistroiko señor Biden convertirse en presidente cuando hace 7 u 8 meses no tenia chance alguna de serlo? Lo cierto es que Trump inició el año seguro de reelegir, y sus chances comenzaron a caer desde el 11 de marzo, día en que se declaro la pandemia a nivel mundial y hoy las chances están en su contra 80 a 20. Es significativo que el enemigo número uno de los globalistas, término que aun no se ha logrado definir bien y que se usa para todo, caiga víctima de la enfermedad global que llegó a la casa blanca, infectó al presidente y está decidiendo las elecciones. Más significativo aún, que el discurso de Biden sea profundamente doméstico cuando está en su perspectiva política, una mirada global de volver al mundo, con los viejos aliado europeos para contener a China. Pero Biden no habla de eso en sus discursos, sino que se para desde el progresismo para hablar del odio racial, de la división que sufre el país, de la degradación moral, de la pérdida del honor y sobre todo de la dignidad.

Decía Eduardo Galeano, que el poder es como el violín, se toma con la izquierda, pero se toca con la derecha. Todo lo demás, lo hace el showman  Donald Trump. Como señalaba Napoleón, cuando el enemigo se equivoca, no lo interrumpas. Quizá, sea ese el mayor merito del casi octogenario candidato a presidente. Hablar de ideas generales, de conceptos abstractos y no dar demasiados detalles de que hará una vez en la casa blanca. La glasnost de Biden, es un plan de recuperación de los valores liberales mechados con ciertos conceptos éticos que hasta el momento van dando resultado.

Como nunca quizá, se expresan claramente las diferencias entre uno y otro candidato. Habiendo acompañado 8 años a Obama, Biden fue parte de un diseño institucionalizado que buscaba contener el crecimiento de China o, por lo menos, fijar las reglas en momentos en que todavía EE. UU tenía fuerza para hacerlo. Trump, con su programa América Primero, proponía patear el tablero, convencido que existía fortaleza suficiente para detener a las potencias emergentes a pura prepotencia. América Primero, implicaba una serie de cuestiones. En lo internacional, frenar al Comunismo globalista chino. En lo doméstico cercar la inmigración mexicana a través de la construcción de un Muro que fue una de las primeras promesas de campaña incumplidas. Lo cierto es que la gran muralla china, recibía hasta antes de la pandemia 50mil visitas diarias promedio, y en contraste, nadie conoce a nadie que haya visitado el alambrado que separa América Latina de los Estados Unidos

El politólogo Zbigniew Brzezinski, sostenía a finales del siglo XX que Estados Unidos todavía no había respondido la pregunta sobre cuál debería ser su estrategia global para sostener su posición de privilegio y evitar que una nueva superpotencia surja a disputar su liderazgo. La pelea Trump versus Biden es, antes que nada, la elección sobre la mejor estrategia para definir ese rol o enfrentar la inevitable declinación. Es sintomático que los dos candidatos sean ancianos, el momento en el que declina la vida, se agotan las fuerzas y solo queda aferrarse al pasado y escarbar recuerdos para mantenerse vivo. La vieja receta demócrata, en un mundo que cambió demasiado y que se encuentra sacudido por un drama sin igual, parece en sí mismo una reformaProponer apertura en un mundo que se cierra, esa es la perestroika de Biden. También, es verdad, es la pelea entre que tipos de energía priorizar, entre los hidrocarburos y las energías renovables, como explicaba Martin Bronstein para este mismo medio, es la pelea entre quienes niegan el cambio climático y quienes lo ponen en el centro de su agenda pública. Biden, pretende dar el punta pie inicial para lograr emisiones 0 para el año 2050. Trump, desestima las energías verdes y a acelerado las inversiones de gas y petróleo en estos últimos cuatro años. La transformación energética propuesta podría ser similar a la transición entre el carbón al petróleo y EE.UU podría o no estar a la vanguardia.

El plan Biden para recuperar el liderazgo mundial, por el momento no es más que una búsqueda de una profunda reforma institucional, que de certezas, fortalezca la democracia, y se sacuda los rasgos autoritarios que la administración Trump, conlleva en su estilo confrontativo y patoteril. Recuperar el dialogo con otras democracias del mundo para liderar una alianza contra las prácticas económicas abusivas de China. La vuelta a la diplomacia, a los organismos internacionales y a las cumbres, podría llevar tiempo que no es seguro que tengan. Hacer lo mismo en un contexto diferente, puede resultar un desafío dificultoso, un acto de reforma colosal, un acierto histórico, o un error fatal. Mientras tanto, el billonario plan Marshall chino, la nueva ruta de la seda, transforma al sueño americano en una pesadilla.

El segundo debate entre los candidatos, no parece haber logrado cambiar el rumbo de las elecciones, como bien explican Ramón Prades y Fabián Lavallen en un reciente artículo. Los primeros datos de quienes han votado por anticipado, arrojan una aparente ventaja para Biden. Lo mismo se ve en la recaudación de fondos. El candidato demócrata duplica en cantidad de dinero a Trump. Pareciera, que el gobierno fue abandonado por los grupos de poder. Nuevamente se da aquella situación previa a la guerra civil romana cuando un joven se unía a las filas de Cesar y sus amigos lo reprendían “haces mal, deberías unirte a Pompeyo, tiene más dinero”. Sí respondía el joven: “pero Cesar tiene mas deudas”

Cuando en 1985, Gorbachov inicio la perestroika, no sabía que el salto hacia el futuro iba a ocasionar la caída de la URSS. La relación con Occidente, la reestructuración económica hacia una economía de mercado, fue también el modo de reconocer la imposibilidad de vencer. Estados Unidos, ya no tiene enfrente,  una burocrática e ineficiente potencia militar, tampoco tienen barbaros amenazando el imperio como Vercingetorix o la amenaza nómade del terrorismo, sino, una dinámica y potente economía en crecimiento, con milenarios antecedentes imperiales. Al igual que Marty Mc Fly quien en ese mismo 1985 viajo al pasado y casi queda atrapado en él, Estados Unidos se enfrenta a la misma decisión. Aferrarse, no parece ser la mejor manera de volver a tener futuro. Lanzarse hacia una nueva agenda, es de cualquier modo riesgoso para sus pretensiones hegemónicas.

Los Estados Unidos, ya no son el pueblo del sueño americano, sea lo que eso signifique. Tampoco el faro que ilumina el mundo con la democracia y el mercado como su emblemática exportación ideológica. Son, es verdad, y lo serán por un tiempo más, el centro de un mundo frenéticamente interconectado en el que ya se advierten cada vez más cortocircuitos. ¿Cuál será el incierto camino que tomará más allá de las elecciones de noviembre? ¿Será el destino  aferrarse a sus ambiciones imperiales o iniciar un nuevo sendero? el de Gorbachov, el de Odoacro y Teodorico, allá lejos y hace tiempo en los últimos días de la Roma occidental y los primeros del de todas formas grande Reino de Italia. Los imperios, más que caer, se dividen, según reflexionaba Brzezinski. Será en las próximas décadas, a lo largo de este siglo o el que viene. En última instancia, todo imperio es efímero y, por cierto, no por eso seremos más felices.

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