28/03/2024 - Edición Nº1940

Geopolítica | 4 dic 2020

ANÁLISIS

Nuevos datos sobre la deriva continental: los gobiernos del mundo ansían el retorno a la normalidad

La vacuna es una necesidad de los pueblos, pero más aún de los gobiernos. La caída económica, el colapso en algunos países y el avance de la protesta social hace que sea necesaria para ayer en Europa y para hoy en el Cono Sur. La necesidad de apertura y la certeza de que también habrá segunda ola de no contar con el instrumento sanitario pone a los gobiernos contra la espada y la pared.


Por: Nicolás Mujico - Politologo UBA- Maestrando en Defensa Nacional UNDEF

 

En una nota de algunos meses atrás en este mismo medio, titulada “Los últimos días de Pangea” reflexionábamos sobre la Nueva deriva continental que el mundo atravesaba. Es decir, sobre los problemas que el mundo globalizado tiene para seguir siendo panguea, para seguir siendo uno y sostener esa globalización. Llamamos a esas dificultades, Nueva deriva continental, en referencia al proceso por el cual los continentes se separaron y tomaron la forma actual. Reflexionamos y anduvimos por sinuosos caminos, sobre el aumento de los costos de transacción en este mundo pandémico que recupera en gran medida su distancia.  Un solo dato mostraba las enormes dificultades del mundo actual: la capacidad de carga se redujo un cuarto en el segundo trimestre del año según la Organización Mundial del Comercio.

Es pertinente reflexionar en el inicio de la segunda ola europea en las puertas del invierno y en el verano del cono sur y en vísperas de la vacuna, si la deriva terminó o sí existen nuevos puentes que unen al mundo: aún resulta difícil hablar de post pandemia y que eso signifique algo.

El barómetro del comercio mundial marca una clara recuperación en parte provocada por el consumo reprimido de tantos meses que, advierte la OMC, no se sabe aún si será sostenible en el tiempo. La recuperación económica choca de frente con el resurgir del virus en Europa. La esperanza se cruza con varios inconvenientes. La caída del comercio mundial se acerca al 10% en 2020 y la recuperación planificada para 2021 es del 7%; ese número es más un deseo que una proyección dada la incertidumbre que aún reina en el mundo sobre los efectos de la pandemia el próximo año.  Sin embargo, curiosamente, ayuda a sostener el crecimiento, la producción de insumos y elementos vinculados a la prevención y defensa ante el COVID. En el futuro el comercio vinculado a la vacuna será parte de la recuperación. También la adaptación al mundo del tele-trabajo jugó su parte en la recuperación aumentando aproximadamente un 2% en lo relacionada a telecomunicaciones.

Se puede observar que en Oriente - y Asia en particular- la caída en casi todos los rubros fue aproximadamente la mitad que en occidente. La recuperación en aquellos países pareciera haberse producido incluso trayendo algunas noticias positivas a países como el nuestro, tales como el repunte del precio de la tonelada de Soja provocada por la enorme demanda, que parece no haber alcanzado el pico todavía. Los productos manufacturados, han resistido mal la crisis y se vieron más afectados que los agropecuarios. La industria automotriz es la vedette de la desgracia, registrando una caída del 70% en abril, 50% en el segundo trimestre y ahora ronda aproximadamente un 25% abajo en relación al 2019. Los vuelos comerciales lo siguen de cerca con una caída del 80%, hoy recuperada en un 57% en relación al año pasado.

Decía un viejo chiste que un pesimista es alguien que piensa que ya nada puede ser peor, mientras que los optimistas creen que sí. La vacuna y su distribución hoy por hoy juegan más en el plano de la expectativa que de la realidad. Entre el boom de consumo y la débil recuperación hay una tragedia de distancia y no por las tesis conspiracioncitas que circulan a menudo, sino porque, más allá de la recuperación, sigue siendo en parte un misterio el por qué de todo este horror. No saber por qué paso lo que pasó, sin dudas arroja un manto de dudas acerca de lo que puede pasar en el futuro.

La vacuna es una necesidad de los pueblos, pero más aún de los gobiernos. La caída económica, el colapso en algunos países y el avance de la protesta social hace que sea necesaria para ayer en Europa y para hoy en el Cono Sur. La necesidad de apertura y la certeza de que también habrá segunda ola de no contar con el instrumento sanitario o que se profundizará en donde ya la están atravesando, pone a los gobiernos contra la espada y la pared. Por un lado, la necesidad de volver a una cierta normalidad o a algo que se le parezca; por otro, la necesidad de financiar los gastos extraordinarios que actualmente el Estado está solventando. En el caso argentino, la cantidad de acuerdos firmados por el gobierno para obtener la vacuna de Astra Zeneca, Pfizer y Sputnik, revelan la urgencia del caso. El impuesto a las grandes fortunas y el fin del IFE junto con una batería de medidas paliativas tensan la frágil cuerda por la cual camina el gobierno, que rechaza enfáticamente estar llevando adelante un ajuste, mientras que a oposición y cierto fuego amigo comienza a ocasionar bajas. La pregunta es si alcanzará el tiempo y si estará la vacuna para que la economía despegue y podamos, en definitiva, comenzar a ver actuar al gobierno de acuerdo a los objetivos planteados en campaña, sin los condicionamientos del COVID, que ha trastornado la vida de todos y también cuanto capital político le comió la pandemia. La incógnita es cuánto resto le quedará para enfrentar las elecciones y completar la segunda mitad de su mandato con perspectivas políticas y económicas positivas.

En otros países de la región, la situación se plantea mucho más clara. En Chile, la disputa por la Administradora de Fondo de Pensiones, reactivó la protesta social y el gobierno parece retomar su cariz claramente represivo; en Bolivia Evo Morales y el MAS evitaron la pandemia en un exilio francamente afortunado que les permitió recuperar el poder rápidamente. Perú es un volcán imposible de apagar. Brasil, con Bolsonaro a la cabeza, decidido a pisar y que no crezca más el pasto; el MERCOSUR también se encuentra a la deriva o, por lo menos, no logra tener un rol equivalente o asimilable al de la UE donde, si bien el COVID hizo estragos, surgen constantemente iniciativas y paliativos desde la organización continental. En el viejo continente, el impacto en el turismo en países como España, Italia y Francia genera grandes trastornos. El desempleo joven se hace sentir y ya existen planes para fomentarlo, pero todo será posible si la vacuna funciona, y si su efecto es rápido. Retornar a la normalidad pareciera ser el único camino posible, pero, hasta ahora, la pandemia se abrió camino sin importar los planes gubernamentales.

Los gobiernos del mundo ansían el retorno a la normalidad. Hay agobio y agotamiento en sus funcionarios y eso se advierte. No hay motivos para desconfiar de las vacunas y de su efectividad, pero sí para pensar que se trate de una solución total al problema de la pandemia. Quizás se logre pasar de la pandemia a la epidemia y. de igual modo, estaríamos frente a un progreso importante. Los Estados se preparan para una campaña de vacunación que pondrá en escena una hazaña logística sin precedentes. Los gobiernos se preparan y ajustan sus planes de recuperación económica, no obstante, la realidad de momento se muestra diferente. Existe en los planes, proyectos y declaraciones una cierta expresión de deseos, una expectativa que se espera cumplir, un reiterar constantemente lo realizado, la descripción del camino recorrido, la justificación ante la miseria que cunde, porque, la lengua va donde duele la muela y es en la constancia del relato donde más claramente se advierten los síntomas.  

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