28/03/2024 - Edición Nº1940

Política Nacional | 1 sep 2009

Viejas disputas: Rumores de guerra

La Sociedad Rural se siente en guerra, y lo expresa en más de una declaración pública de sus agentes.


Por Javier Arakaki*

Durante el conflicto de 2008 se han dado el lujo de “otorgar treguas”, como bien lo observó el Dr. Pierbattisti. Han llamado “provocación” a toda medida económica oficial que no fuera lo que ellos pretendían, dando por normalizada su posición parcial. Ya en 2009, en plena campaña electoral, el señor Chemes, de la FARER de Entre Ríos y candidato a legislador por la Coalición Cívica, dijo que tirarle huevos al diputado Rossi era “[…] como en la guerra, hay que ir matando a los de la primera fila […]”. Y hasta el propio periodista orgánico Joaquín Morales Solá reconoció este sentir bélico cuando en su editorial del lunes pos-electoral (29 de junio) reflexionó: “[…] Néstor Kirchner se condenó a sí mismo a la derrota el día en que les declaró a los ruralistas una guerra perpetua”.

¿Son gratuitas, sin sentido o al azar estas declaraciones beligerantes? No lo creo. Creo más bien que la “salida democrática” y “la paz y el orden constitucional” del último cuarto de siglo se fundaron sobre un sutil artilugio: el ocultamiento del bando vencedor en la guerra civil de los ´70. Cuando pensamos en el Proceso de Reorganización Nacional no solemos pensar inmediatamente en la alianza cívico-militar que lo llevó adelante, sino que sólo decimos: “la dictadura militar”. La responsabilidad de los ´70 recae desde entonces sobre las guerrillas, tres militares loquitos y un viejo borracho, pero nunca sobre los grandes propietarios del país. Se ha normalizado la invisibilidad del sostén económico e ideológico del Proceso. Y el 11 de marzo de 2008, de manera acaso torpe e inusitada, el kirchnerismo rompió esa tregua de ocultamiento que fundó esta última etapa de constitucionalidad democrática, y puso nuevamente en el centro de la confrontación política a la vieja Sociedad Rural Argentina.

La Sociedad Rural Argentina… Familias que mediante victorias militares como las de Pavón o la Campaña al Desierto terminaron de apropiarse -de hecho y de derecho- de las tierras fértiles de la pampa húmeda. Que desde 1866 se agrupan en entidad corporativa y que, a través del Modelo Agro-Exportador, insertaron al nuevo Estado-Nación surgente de las guerras civiles decimonónicas a un mercado mundial conducido entonces por Gran Bretaña. Que de alguna manera le dieron forma a la moderna Nación Argentina, tamizando, entre otras cosas, el color de la bandera (tras la Batalla de Pavón, el azul turquesa de las bandas horizontales se convirtió en celeste claro). Y que cada vez que se sintieron amenazados en sus posiciones de poder tuvieron la determinación moral de librar guerras de exterminio contra su enemigo (como la última, hace 30 años). Pero que desde 1983 habían “desaparecido” de la primera plana de las confrontaciones políticas, desarrollando la estrategia del vampiro que tan bien señalara Bram Stoker, autor de Drácula: “su poder radica en hacernos creer que no existen”. Por eso les molestó tanto que el 11 de marzo de 2008 hayan vuelto a quedar en el centro de la escena pública, que se los vuelva a nombrar, ya sea para atacarlos como para defenderlos. Y fue esa la gota que rebalsó el vaso en su relación con el kirchnerismo: no le perdonan haberlos vuelto visibles otra vez.

La Sociedad Rural se siente otra vez asomada al campo de batalla de una guerra que había considerado terminada hace más de 30 años, en la que, entre desaparecidos, muertos y exiliados, eliminó de la vida política a cerca de 2.500.000 argentinos de entre 20 y 30 años de edad (González, Julio, Tratados de paz por la guerra de Malvinas), en un país –en aquel momento- de 25.000.000 (es decir: 10% de la población concentrada en una generación). Y por sus declaraciones presentes dejan saber que son capaces de ir por más, por eso Biolcatti, el 13 de marzo de este año en Córdoba, en ocasión del acto por el aniversario de la formación de la Mesa de Enlace, se sintió con el ímpetu necesario para decir que: “quiero pensar que lo de la Presidenta es sólo pirotecnia y no una declaración de guerra”, como demostrando que levantaron el guante, pelearon, y en el mejor de los casos ofrecerían una nueva tregua en caso de que el enemigo retroceda, mostrando que lo que pasó hasta aquí fueron apenas balas de salva… 

Para enfrentar este nuevo desafío bélico, la Sociedad Rural sabe que su gran problema es lograr lo que desde 1916 no pudo realizar nunca: convencer al diverso (y adverso) electorado de apoyar su proyecto sectorial. Lo que desde una óptica de análisis político podríamos llamar construir hegemonía. La Sociedad Rural nunca pudo construir su propio “partido de masas”, por eso a lo largo del siglo XX debió recurrir al “partido militar” para imponer sus decisiones. Luego sí, durante el menemato, y mediante los Alzogaray y los Alemann, logró conducir al gran partido de masas argentino. Y desde el 11 de marzo de 2008 se está moviendo de manera muy atenta en esa dirección.  

El primer paso en la construcción de un nuevo bloque hegemónico fue fundirse con otros sectores, incluso con algunos que fueron abiertamente enemigos suyos durante años, en la autodenominada Mesa de Enlace. Una vez instalada la Mesa de Enlace en la escena pública, infiltraron sus propios candidatos en las más diversas listas de la oposición. Tras las elecciones del 28 de junio, y siguiendo esta misma lógica, se adjudicaron el 59% de los votos. Luego, a los pocos días, sentaron para la foto a todo el arco opositor en la misma mesa, presidida por la Mesa de Enlace. Y en la apertura de la muestra de Palermo, del 2 de agosto de 2009, hablaron abiertamente en nombre de la conciencia cívica, anunciando explícitamente la constitución de una nueva fuerza que ya tendría un programa, consensuado con todo el arco opositor, “para salir de la crisis y terminar con la pobreza”. Ahora van por más. Van por el gran mascarón de proa de toda alianza que pretenda ser hegemónica: buscan, nuevamente, arrogarse la representación de la nación.

“Cuando se ataca al campo se ataca a la Argentina”, decía Miguens en su discurso en Palermo en 2008. “Cuando el campo dice patria piensa con nostalgia en aquel magnífico granero del mundo”, aclaró Biolcatti en el mismo escenario, pero hace apenas unos días. La nación que piensan y sienten los propietarios agrupados en la Sociedad Rural, y que proclaman a diario en la “tribuna de doctrina” creada por uno de sus padres fundadores -cuyo nombre es redundante en este aspecto: La Nación-, es la nación que pensó en 1910 el movimiento intelectual hoy conocido como primer nacionalismo cultural. En ese entonces, en vísperas del Centenario de la separación del puerto de Buenos Aires del control político del Reino de España, Manuel Gálvez y Ricardo Rojas, entre otros, argumentaban que en oposición a la vida cosmopolita de Buenos Aires -donde por entonces el 60% de los habitantes era inmigrante-, la “verdadera nación” se hallaba en el interior, en los pequeños pueblos de campo, en la figura simbólica del ya extinguido gaucho de las pampas… Todos esos recursos ideológicos han sido movilizados desde el 11 de marzo de 2008. No es casual que Biolcatti comenzara su discurso de Palermo citando al Martín Fierro.

Y por si esto fuera poco, nuestra “clase media”, nuestra “gente”, o mejor dicho: esa actitud de medio pelo de la sociedad argentina que todos, en distinta medida, llevamos dentro, nuevamente es funcional a los poderosos de siempre reeditando la Teoría de los Dos Demonios. En su editorial del 29 de julio, otra vez Morales Solá, que también sabe encarnar este papel, dice: “Una constatación surge de la actual y tensa relación entre el Gobierno y el sector rural: los dos están llegando a los umbrales del diálogo sin haber creado el clima de los que quieren dialogar. […] Los argentinos suplicaron una tregua en las últimas elecciones, pero ninguna tregua es duradera cuando se la impone desde la barricada o la diatriba, desde la amenaza o la represalia”. Como vemos, en este breve párrafo también se está dando la disputa por la resignificación acerca de qué es la nación o la patria, arrogando para sí una supuesta “verdadera argentinidad”, puesto que dice: “[…] los argentinos [que parecerían ser sólo espectadores] suplicaron una tregua […]”, ¿Quiénes son “los argentinos” en este texto…? ¿La gente del Grupo Clarín…? ¿Y a quiénes les suplicaron una tregua (de guerra) “los argentinos”…? ¿A los dos demonios…?

Entre estos chispazos de guerra desatados por la 125 el 11 de marzo de 2008 -día del 35º aniversario del triunfo electoral de la fórmula Cámpora-Solano Lima en 1973-, el gobierno cometió dos errores garrafales. Por un lado, abrió dos frentes a la vez: la Sociedad Rural (“el campo”) y el Grupo Clarín (“la gente”); y por el otro, no desarrolló una logística con la tropa propia: el 11 de marzo de 2008 “la militancia” se enteró por TV que se rompía la tregua con la Sociedad Rural. Y los errores se pagan. El kirchnerismo, que en diciembre de 2007 tenía cerca del 70% de imagen positiva entre la población de electores, fue duramente derrotado dos veces en apenas 15 meses. Pero también ese mismo kirchnerismo logró “partir aguas”, e instalarse en la escena política nacional como la primera minoría. Y para una fuerza política que hace 6 años está en el gobierno, que enfrentó una elección legislativa -que generalmente dispersa el voto- en medio de una confrontación abierta con los grandes terratenientes que le hablan de guerra y con uno de los conglomerados de medios más grande de América Latina, que opera en la Bolsa de Londres y cuenta con un 10% de inversión de la Goldman Sachs, obtener un piso de 1 de cada 3 electores no es poco logro. Un trabajo profundo en la organización de ese 33% es lo que va a instalar al kirchnerismo directamente en un escenario de ballotage para el 2011.

He aquí la batalla de la hora. La guerra en la que se siente inmersa la Sociedad Rural es una guerra tan vieja como la Argentina misma. Su batalla actual es contra el kirchnerismo, esa fuerza política que rompió la tregua que este mismo conglomerado de terratenientes le otorgó al pueblo argentino tras la guerra civil que ganaron en los 70. Tregua que consistió, durante 25 años, en el ocultamiento del bando vencedor. Ocultamiento que “la 125” develó de manera torpe y desorganizada, pero justa.

*Sociólogo, Docente e Investigador del Instituto de Formación Política “Raúl Scalabrini Ortiz”.

PD: Constatación: una de las partes en esta confrontación tiene una fuerte llegada internacional y simbólica… hasta el Papa tomó posición.

 

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