28/03/2024 - Edición Nº1940

Sociedad | 1 ago 2009

Testigo de la Argentina olvidada

Jorge Prelorán. El dicho “nadie es profeta en su tierra” cobra todo su valor en la figura del cineasta Jorge Prelorán, fallecido en el pasado mes de marzo, a los 75 años, en su casa de Los Ángeles, Estados Unidos.


Por Luis Freitas

Tan famoso en otras tierras tanto como poco conocido en la propia, Prelorán fue un teórico del cine, educador, pero por sobre todas las cosas un gran documentalista antropológico. Sus conocimientos quedaron plasmados en decenas de cortos y largometrajes premiados en casi todo el mundo. Siempre al margen del circuito tradicional, este artista dedicó su vida y su obra a rescatar culturas, personajes y territorios perdidos de la Argentina y Latinoamérica.

Nacido en Acassuso, Buenos Aires el 28 de mayo de 1933, Prelorán fue alguien que apostó durante toda su vida a la ciencia, al conocimiento y a la educación. Le dedicó varios años al piano clásico y a los idiomas: dominaba el inglés (que aprendió casi antes que el español), el italiano y el francés. Viajó a Estados Unidos para estudiar arquitectura y empezó a filmar sus primeras cosas. Pasó por las universidades de Los Ángeles, Berkeley y California, y de esta última egresó en 1961 de la carrera de Cinematografía.

De vuelta en Argentina siguió filmando. Prelorán fue dueño de un estilo cuasi minimalista donde las imágenes hablan por sí solas, y siempre eligió retratar personajes o “culturas moribundas”, es decir, aquellas al borde de la desaparición. Casi un sociólogo de la imagen, acostumbraba viajar como un simple observador por diferentes localidades perdidas, primero de Argentina y más tarde de toda Latinoamérica. Sólo meses después, luego conocerlas, comprenderlas y cuando ya lo consideraban un amigo, pedía permiso para filmar y, entonces sí, mostrarlas al mundo entero. En cada trabajo siempre se las arregló para denunciar el proceso de transculturación producido en las zonas rurales argentinas. “A lo largo de los años -decía- descubrí que mi fascinación era por el proceso de transculturación ocurrida en zonas rurales de todo el mundo. Para mí, el interés principal es entender cómo las personas hacen frente a nuevas situaciones o pierden su identidad. Ese proceso de cambio me parece casi hipnótico. Por ejemplo, cómo las tradiciones rurales enfrentan el avance de la civilización occidental. Así, llegué a la conclusión de que lo que más me interesa es la adaptación. Intento documentar un período histórico, pero sin descartar nada. Lo que me fascina es la capacidad humana de adaptación para finalmente controlar el ambiente que escogió para vivir. No sólo me interesan las innovaciones tecnológicas, sino también el cómo las personas se adaptan a ellas. Don Cochengo Miranda, (el protagonista de uno de sus filmes, que vive en el desierto de las Pampas), una noche estaba melancólico; me contó que su hijo debía ser educado en un colegio a 400 kilómetros de distancia para que así estuviese preparado para enfrentar los cambios. Y, a pesar de su tristeza por tenerlo tan lejos, quería que su hijo tuviese una vida mejor que la suya. Había una sensación de pérdida y la documenté, pues era parte de la realidad que ellos estaban viviendo”.

Su cine -al que él solía definir como “geografía humana- era cien por ciento artesanal. En los cortos, de una duración que oscilaba entre los 20 minutos y la media hora, nunca sobraba nada, nada estaba forzado más allá de lo justo. Él se encargaba de la pre-producción, era el camarógrafo y también el montajista, pues quería asegurarse de depurar al máximo la carga de las imágenes. Pocos artificios aparecen en sus trabajos: por norma general, se trata de un puro registro, de explicación, de la puesta en valor a partir de la realidad.

Prelorán también se destacó como dibujante y fue productor de películas educativas y series didácticas; participó en el “Relevamiento Cinematográfico de Expresiones Folklóricas Argentinas”, para lo cual recorrió unos 250.000 kilómetros durante 4 años filmando sobre una diversidad de temas regionales de la Argentina. Fue profesor y dictó seminarios sobre cine etnográfico y documental en la Universidad de California y en 1973 trabajó como docente/ tutor en el National Film School de Londres. En el ‘75 presentó “Hermógenes Cayo”, considerada una de las “Diez Mejores películas en la Historia del Cine Argentino”, según una encuesta realizada entre críticos de cine en actividad. Con este trabajo inicia el ciclo de “documentos humanos” o etnobiografías, género del que se lo considera uno de los precursores.

Luego del golpe militar de 1976 y ante la represión y censura que ofrecía la dictadura, Prelorán se exilió en Estados Unidos. “Secuestraron a una sobrina y estábamos convencidos de que íbamos a ser los próximos”, contaba años atrás en un reportaje. “A mi cine, los militares no sabían cómo tomarlo: si era o no subversivo. En un ambiente sin justicia, el artista se muere. En nuestra casa entraron con metralletas, pero no estábamos. Fue una desgracia, pero en la vida caímos parados. La universidad de Los Ángeles necesitaba un profesor y conseguí trabajo”. En Estados Unido ejerció la docencia y siguió realizando documentales. Uno de ellos, "Luther Metke a los 94" -sobre un leñador estadounidense que a esa edad continuaba trabajando como si fuera el primer día- fue nominada al Oscar en el ‘81 en el rubro Documental. Noticia que, como toda su obra, fue nuevamente ninguneada por los medios argentinos.

En los últimos años Jorge Preloran se dedicó con pasión a armar una colección de libros ágiles con ilustraciones para la escuela primaria, sobre pueblos originarios y criollos de la Argentina, con el desinteresado aporte de periodistas, escritores, investigadores y fotógrafos. Pese a sus incansables pedidos a los ministros, secretarios, subsecretarios de educación y de cultura -nacionales y provinciales- de turno, esta obra, fundamental y necesaria, aún permanece inédita.

La muerte de Jorge Prelorán es una gran pérdida. Quizá sea hora de conocerlo como debimos y recuperar su obra, para que esta no corra el mismo destino de los pueblos y personajes que el retrató en sus películas.

La tía de Ecuador

Cineasta rabiosamente anticomercial, Prelorán cuenta -en su extensa filmografía, integrada por más de cincuenta títulos- con una sola película estrenada comercialmente en la Argentina, aunque ocho años después de su realización. Se trata del argumental "Mi tía Nora", filmada en Ecuador en 1982. Si bien la película narra con crudeza la decadencia de una familia ecuatoriana de clase alta, en ningún pasaje de la misma se cuela cualquier tipo de acusación. Con inteligencia, una enorme calidez y una construcción de personajes sabia, Prelorán logró trasladar al campo de la narración las constantes de su cine documental.

 

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