25/04/2024 - Edición Nº1968

Sociedad | 1 jul 2009

La permanencia de la Obra del Carlos Cajade: En el nombre del Padre

Cuando una persona se compromete con los problemas de su tiempo, su esfuerzo nunca es en vano. Un claro ejemplo de ello es la continuidad de uno de los proyectos solidarios más importantes de nuestro país, y que hoy se ha transformado en un faro que señala un camino para todos los luchadores del campo popular.


 Por Héctor Bernardo

“Cajade”, en La Plata solamente hace falta decir ese apellido para que todos sepan que se está haciendo referencia a una de las grandes obras solidarias de nuestro país. Un hogar para “chicos de la calle”, comedores, centros complementarios, apoyo educacional, asistencia sanitaria, una huerta, una panadería y hasta una revista, todo en función de los que menos tienen. Todo impulsado por un hombre que ya no está pero que, sin embargo, sigue siempre presente.

Se podría decir que su Obra tiene como fecha fundacional la Nochebuena de 1984, cuando el padre Carlos Cajade era párroco en la capilla San Francisco de Asís, en Berisso. Fue precisamente en esa tarde-noche que un grupo de chicos se acercaron a la capilla para pedir comida, sin saber que serían el disparador de lo que hoy es uno de los símbolos de la lucha por la igualdad y la defensa de los más desposeídos.

“Ese día él pensó hacer lo que hacía toda la sociedad, darles algo y que se vayan para después poder ir a pasar la Navidad con su propia familia. Pero hablando con los pibes se dio cuenta que ese era su lugar, al lado de esos chicos que no tenían nada, ahí era donde tenía que quedarse. Y lo hizo.”, asegura Carlos Fanjul, director de la revista La Pulseada, uno de los emprendimientos de la Obra.

“Uno de esos pibes, Sandro –continúa diciendo Fanjul-, me dijo alguna vez que darles de comer les hubiera dado cualquiera, pero quedarse y quererlos sólo lo hizo Carlos.”

Cajade decidió en ese momento que su vocación religiosa sólo tendría sentido si estaba dedicada de lleno a chicos como ellos. Primero los llevó a su casa en el límite entre Berisso y La Plata, luego consiguió que le cedieran unos terrenos y allí hizo la primera casilla.

“Carlitos – subraya Fanjul – formó un Hogar abierto, absolutamente distante de los institutos que al amparo de la Ley de Patronato se fundaron en Argentina, y que en realidad comenzaban castigando a los pibes con el encierro, solamente por ser pobres”.

Como remarca el director de La Pulseada, el Hogar tuvo, y tiene, un funcionamiento completamente distinto al de los institutos. Cajade llegó a armar nueve casas. Se trata de casitas humildes, pero con mucho espacio verde, con una parroquia y lugares para jugar. Cada uno de esos hogares es conducido por un matrimonio, que además de a sus propios hijos cuida a ocho o nueve chicos más.

A medida que el Hogar iba creciendo, Cajade se iba dando cuenta de que necesitaba generar otros espacios de contención. Fue así como nacieron los que se conocen como “Las Casitas de los Niños”, centros integrales que funcionan en los barrios carenciados, donde grupos de educadores acompañan a las familias y les brindan a los chicos la cobertura de las necesidades básicas (alimentación, asistencia sanitaria, dentista, asistencia social, psicológica, talleres de folclore, murga, etc.).

Una de las funciones básicas de estos centros es apoyar a los chicos para que no abandonen la escuela. “La pobreza hace que los chicos en sus casas no estén cómodos, los hace ir la calle y después los resultados son inevitables. Entonces estas Casitas de los Niños, o Casitas de Día, son lugares a los que los chicos van a contra turno de la escuela, y ahí reciben el apoyo complementario.”, señala Romina Penayo Valdez, coordinadora de uno de estos centros.

“El padre Carlos también decía que el asistencialismo no era lo ideal, que al principio uno puede dar, pero después se tiene que buscar un compromiso más profundo para dar otra respuesta a ese problema. Nosotros no le prometemos a la gente cosas que no podemos hacer. Cambiar esta sociedad no sé cuánto puede llevar. Pero con lo que sí nos comprometemos es con luchar junto a ellos por otro proyecto de vida”, concluye Penayo Valdez.

En igual sentido, Fanjul sostiene que “cuando llegó la década de los ´90, cuando llegó el concepto de neoliberalismo, de sálvese quien pueda, Carlitos llegó a una conclusión que es dramática y que hasta el día de hoy se sostiene: él pensaba que el Hogar podía ser el mejor del planeta, pero si no se atacaba las causas por las cuales existen chicos con hambre, chicos desnutridos, chicos de la calle con familias destruidas, si todo eso continuaba, aunque se pasase toda la vida haciendo una casita más nunca iba a ser suficiente”.

El recuerdo y mucho más

La Obra, además de contar con el Hogar, La Casa de los Bebés y Las Casitas de los Niños, los comedores, tiene una serie de emprendimientos entre los que están una chacra, una panadería, una imprenta y una revista. Cada uno de estos espacios cumple diversas funciones.

“La chacra se armó por medio de un subsidio de gente de Suiza. Pero más que para buscar un sustento económico se la pensó como un espacio para los chicos”, recuerda Miguel Cabrera, miembro de la Obra.

Cabrera se crío en el Hogar, a medida que fue creciendo fue tomando responsabilidades en la Obra y hoy es el coordinador de la imprenta y uno de los referentes de todo el proyecto.

“Para mí, Cajade fue como mi viejo. De hecho fue el único padre que conocí. A mí me crió el cura en el Hogar. Yo llegué ahí a los 6 años y nunca me fui. Hasta el día de hoy yo sigo viviendo en el Hogar”, remarca.

En la actualidad hay más de 50 personas que “le ponen el cuerpo” a la obra. En el Hogar viven hoy alrededor de 60 chicos y a cada una de las distintas Casitas de Día asisten más de 100 pibes.

“A los chicos del Hogar que les interesa venir a Grafito (la imprenta), los sumamos y los capacitamos para que aprendan el oficio. Además, les enseñamos el hábito del laburo, el respeto, el compañerismo, les enseñamos a trabajar en equipo y a comprometerse con algo y ser fieles a ello. Por eso acá no se enseña sólo por algo técnico. Ayudamos en la formación integral de una persona”, comenta Cabrera.

En 2001, como parte de ese proyecto integral, pero con características distintas al resto de los emprendimientos, nació la revista La Pulseada. Cajade “estaba convencido de que, además de la lucha personal y de distintas organizaciones sociales, esta lucha tenía que tener un correlato en los medios. En los ´90 se había perdido la batalla por los valores, se había perdido la lucha cultural, había triunfado la desigualdad y el egoísmo. Fue entonces que Carlitos junto a un grupo de jóvenes y otros no tan jóvenes impulsaron la creación de la revista. La idea era volver a la visión de país que hubo en la década del ´40 y del ´50 y que se ha perdido”, remarca Fanjul.

Siempre Presente

El padre Carlos Cajade falleció 22 de octubre de 2005. Para todos los militantes del campo popular fue un golpe muy duro. Por supuesto, quienes más lo sintieron fueron aquellas personas que trabajaron a su lado. Pero, si bien para la Obra fue una pérdida trascendente, no impidió que el proyecto siga adelante.

“Al principio fue muy complicado – señala Penayo Valdez- , no sabíamos qué hacer, nos faltaba él y estábamos como perdidos. Nos preguntábamos cómo continuar. Pero nos juntamos entre todos y empezamos a opinar y a escucharnos todos y así pudimos seguir para adelante.”

“Él siempre decía que hicimos la Casita de los Niños y la Casita de los Bebes, y ahora había que hacer la Casita para los Adolescentes. Pero, bueno… eso todavía no se pudo hacer. Pero Obra quedó en pie. Quedó un espíritu que acompaña a todos los referentes. Y ahora hay que seguir con eso”, remarca Penayo Valdez.

“La herencia que nos quedó del cura es la forma de trabajar –sostiene por su parte Cabrera- . Si vos vas a un instituto de menores tenés 100 pibes en un pabellón. Pero si vas al Hogar tenés 10 pibes por casa, comen todos juntos, miran televisión, juegan, como en la casa de cualquier familia común. Y eso es romper el clima de hacinamiento de una cárcel. Porque los institutos de menores son eso, cárceles para chicos.”

En el mismo sentido, Fanjul sostiene que “de la mano de Carlitos nació lo que creo es hoy la organización más importante en el combate a la violencia familiar: la Casa María Pueblo”.

“Él siempre decía que antes de un chico de la calle hubo un padre desocupado, hubo una injusticia laboral y social que esa familia sufrió. De ahí empezó a pensar que había que cambiar el concepto de Estado, había que luchar por un Estado protector, un Estado que promocione derechos, y ello lo llevó a ser el primer secretario de Derechos Humanos de la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA)”.

“Cajade – continua diciendo Fanjul- fue el promotor de dos leyes que hoy en la provincia de Buenos Aires debieran ser un lujo si se las aplicaran. Una es la Ley de Promoción y Protección de los Derechos de la Niñez, la Adolescencia y la Juventud; y la otra es la de Responsabilidad Penal Juvenil, que tiene un contenido completamente distinto al que tenía de la Ley de Patronato. Porque el tema no era, ni es, bajar la edad de imputabilidad, sino de comprender que los chicos no nacen chorros, que es la misma sociedad en su desestructuración y en su falta de contención es la que lleva a los pibes al delito. Trabajando en eso fue que Carlitos se convirtió en uno de los fundadores de lo que hoy se conoce como el Foro por los Derechos de la Niñez y la Adolescencia de la Provincia de Buenos Aires.”

Fanjul sostiene que el sueño de Cajade era que el Hogar, los Comedores, los emprendimientos y la revista no hicieran falta. Pero para eso había que cambiar la sociedad y hacerla más justa.

Cajade ya no está, pero su presencia sigue firme en la continuidad de sus luchas, en el sostenimiento de la Obra, en el reclamo constante por los que menos tienen, en la búsqueda de una sociedad más justa e igualitaria, en las voces y las acciones de todas las personas que saben que el camino hacia la justicia social es duro y desgastante, pero sin embargo siguen adelante porque están convencidos de que un mundo mejor es posible.
 

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