26/04/2024 - Edición Nº1969

Economía | 1 jul 2012

BUENOS VECINOS

Los conflictos comerciales entre Argentina y Brasil suelen ser presentados dramáticamente. Pero es tiempo de repensar los criterios desde los que se analiza la integración regional, para encuadrar las disputas con nuevas categorías más afines al llamado “cambio de época”


 

Por Gabriel Wolf

 

La  integración regional, tal como la conocemos habitualmente, se sustenta en la Teoría Económica Neoclásica, a partir de la cual la existencia de mercados perfectos -producida mediante la liberalización del mercado-, da lugar a un mundo aparentemente “armónico”, esto es, sin la existencia de conflictos. Desde esta perspectiva, al integrarse los países se comprometen a la generación de un mercado regional justamente basado en la racionalidad económica liberal, donde no se producen conflictos y, por supuesto, donde no se da la intervención de los Estados. De este modo, la presencia de algún conflicto -producido por el establecimiento de alguna medida estatal destinada a restringir la libre circulación de mercancías entre ambos mercados, es percibida como una ruptura de esa supuesta “armonía”, y según lo pautado en los Tratados Constitutivos del Acuerdo Regional, debería dar lugar a la intervención del Tribunal de Solución de Controversias.

Esta visión idealizada, que suele tener como ejemplo más perfecto a la Unión Europea (UE), en ningún momento tiene en cuenta a aquellas cuestiones ligadas al desarrollo de los países, sino que únicamente hace referencia a la necesidad de alcanzar un elevado nivel de eficiencia y competencia, en términos de mercado. De este modo, la integración basada en una racionalidad económica liberal se convierte en un “fin en sí mismo”.

Dadas las particularidades de las problemáticas de nuestros países, relativas a la necesidad de desarrollar sus industrias nacionales y de generar una mayor distribución de la riqueza social, ciertas ocasiones excepcionales obligan a los Estados a establecer medidas destinadas a proteger el mercado interno. Al intentar analizar estas circunstancias mediante la aplicación de las categorías teóricas de la “integración óptima”, indefectiblemente se obtiene como resultado una integración “sub-óptima”, esto es, imperfecta e ineficiente, respecto al ideal teórico. Lo que definitivamente es un hecho frustrante.

Sin embargo, es factible poder interpretar a la integración regional desde otra perspectiva teórica. Un punto de partida, en este sentido, es poder reapropiarse del término “cooperación”, que en definitiva es un aspecto esencial de la integración, pero ya no en términos de una cooperación regional destinada a una mera liberalización del mercado, sino a la cooperación entre dos países como la “mutua adaptación de política”. De alguna manera, comprenderla como una dinámica que tiene como objetivo la identificación de problemas comunes y la búsqueda de soluciones compartidas a los mismos; lo cual permite comprender a la integración regional como un medio, y no como un fin en sí mismo.

Esta perspectiva, echa por tierra a la supuesta existencia de una “armonía” en el escenario internacional y acepta que, ante un ordenamiento internacional “anárquico” -esto es, sin un poder de Policía Internacional- basado en la soberanía de los Estados, es inevitable la existencia de conflictos entre los países.

Si se realiza un análisis de la modalidad que aplican Argentina y Brasil a lo largo de los últimos 20 años, frente al surgimiento de diversos conflictos comerciales originados principalmente por el establecimiento por parte de ambos países de medidas de restricción comercial con el objetivo de proteger sus industrias, surge claramente un patrón orientado hacia la aplicación de una dinámica cooperativa. En lugar de discutir acerca de lo que dice la letra chica de los tratados de integración,  se sientan a negociar el conflicto existente de un modo cooperativo. Esto es a través de un principio fundamental que sustenta las negociaciones con Brasil en todo este período: la idea de Equilibrio. Dado cierto conflicto comercial originado por una medida legítima destinada a proteger a un cierto sector productivo nacional, lo cual implica un claro impulso al desarrollo, ambas partes pueden alcanzar un resultado equilibrado que en muchos casos puede implicar eventualmente aceptar el mantenimiento de dicha restricción.

La justificación de por qué en las negociaciones una parte acepta el mantenimiento de la restricción establecida por el otro socio comercial se produce a través del término conocido como “reciprocidad difusa”. A diferencia de la reciprocidad habitual en el ámbito internacional, que se basa en una estricta secuencia limitada a los compromisos formales asumidos, la Reciprocidad Difusa se produce a partir del otorgamiento de una cierta preferencia determinada al otro, pero sin esperar nada en contraprestación inmediata. Esto es posible ya que, dado el nivel de entendimiento mutuo que solo puede surgir a través de un largo proceso de construcción de confianza y conocimiento, los dos comprenden que tal vez el día de mañana sea justamente el otro quien necesite aplicar una restricción de esta características, como suerte de equilibrio en cuanto a los costos y beneficios de ambos socios comerciales a través del tiempo.

De este modo, salvo algunas pocas excepciones que dieron lugar a una solución de diferencias en "ámbitos formales", tanto sea Mercosur u OMC -producidas a fines de los ’90-, los conflictos comerciales entre ambos países, lejos de haber sido resueltos a través de una racionalidad económica liberal, basada en criterios de mercado, por el contrario fueron solucionados a partir de una modalidad cooperativa. Esto permite una integración basada en el respeto a la autonomía del otro, frente a la intervención de problemas de competitividad dentro de algún sector del mercado nacional, mediante la utilización de ciertos patrones de conducta. Como se ha evidenciado en algunos que incluyen el establecimiento de restricciones comerciales temporales, con el fin de incentivar el desarrollo y competitividad de la industria local.

Un elemento característico de esta integración es que la participación de los Estados resulta fundamental, ya que dadas las problemáticas estructurales de ambos países, los Estados son conscientes de la necesidad de una complementación regional orientada al desarrollo, lo cual genera la posibilidad de enfrentar los conflictos que puedan producirse a través de esta racionalidad cooperativa de un modo equilibrado, pensando no solo en el momento inmediato, sino en el desarrollo de nuestras sociedades en el mediano y largo plazo.

En definitiva, resulta necesario reinterpretar los procesos de integración que se impulsan en América Latina a partir del uso de nuevas categorías que permitan analizar de un modo adecuado el presente “cambio de época” que está experimentando la región.

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