26/04/2024 - Edición Nº1969

Editorial | 1 feb 2015

TODOS SOMOS DEMOCRACIA

Tras la muerte del fiscal Alberto Nisman asoman nuevamente las sombras del golpe blando en Argentina y América Latina a fin de doblegar los gobiernos e instituciones de la Patria Grande. Así, esta estrategia reúne a los grupos dominantes de la opinión pública, parte del Poder Judicial y la oposición política a fin de obtener mayor impacto entre los electores de cara a las próximas elecciones presidenciales.


Al hablar de golpe blando, también entendido como golpe suave o invasión silenciosa, debemos hacer hincapié en una metodología que tiene anclaje en una estrategia global, impulsada por los bloques dominantes internacionales, principalmente desde EEUU hacia América Latina.    

Una de las claves del discurso pasa por identificar a los gobiernos de la región como “dictaduras populistas y autoritarias” y a los opositores como a    banderados de la democracia. La repetición del concepto, amplificado desde el poder belicista de los grandes medios de comunicación, tiene como objetivo colonizar el inconsciente colectivo. 

El sociólogo estadounidense Gene Sharp es uno de los precursores de la idea. Creador de la fundación Albert Einstein Institute (AIE), trabaja en colaboración directa con la Central de Inteligencia Americana (CIA) a través del coronel Robert Helvey. En uno de los escritos titulado “De la Dictadura a la Democracia”, describe paso a paso las acciones a desarrollar para derrocar a un gobierno “dictatorial”. Esta estrategia se devela en cinco etapas: ablandamiento, deslegitimación, calentamiento de la calle, organización de marchas y por último la fractura institucional. 

El eje desestabilizador promueve el descontento: desabastecimiento, criminalidad, manipulación del dólar, paro patronal (lockout), denuncias de corrupción y todo tipo de problemática hasta fracturar la unidad nacional. Luego de manipular prejuicios anti-populistas se incitan campañas publicitarias en defensa de la libertad de prensa, derechos humanos y libertades públicas. Así aparecen las acusaciones de totalitarismo y pensamiento único. Tras el fomento de la movilización en la calle llega la elaboración de una plataforma que canalice las demandas políticas y sociales donde se plasmen las fallas y errores gubernamentales. Salen a la luz los cacerolazos y la incitación a tomar edificios públicas para radicalizar el conflicto. 

Por último, en la etapa final, se combina la guerra psicológica con acciones armadas para justificar medidas represivas y crear un clima ingobernable. El impulso de rumores entre fuerzas militares a fin de desmoralizar los organismos de seguridad también es parte del esquema. Finalmente se obliga la renuncia del presidente y la fractura institucional está asegurada. Este escenario sirve como piso ideal para la bienvenida de la intervención militar extranjera o el desarrollo de una guerra civil prolongada con su debida promoción del aislamiento internacional y el cerco económico. Ejemplos sobran.

Como se verá esta metodología transforma una minoría en mayoría, amplifica sus reclamos, crispa las controversias y enfrentamientos, y desgasta a la verdadera mayoría que gobierna. Es más complicado que los golpes militares y tiene como condimento extra a las corporaciones mediáticas como agentes oxidantes de la democracia.

La punta del iceberg

La advertencia de los gobiernos que integran UNASUR abunda en la necesidad de respaldar las instituciones democráticas y no hacer el juego al departamento de Estado norteamericano y los operadores locales. El rol antidemocrático se posiciona desde el universo de la información y se hace cada vez más evidente. La madre de todas las batallas continúa en la disputa por desmonopolizar el poder de fuego de las empresas de medios con el fin de favorecer a las sociedades y prevenir esta dinámica golpista que pretende imponerse en la región. 

De esta manera el voto democrático se erige como principal aliado de los gobiernos de la Patria Grande. Si desde los sectores golpistas afirman que la democracia no es solamente el voto y que además se debe respetar las minorías políticas, el argumento es que estamos en una democracia imperfecta. Pero si sucediera al revés, si las minorías quieren imponerse ante las mayorías que ganaron elecciones, ya ni siquiera es imperfecta, sino que es dictadura. Este es el objetivo que amplifican las corporaciones de medios: en la democracia que proponen no existiría “Ni 6,7,8 ni 8,7,6” como lo manifestó Mauricio Macri en una de sus últimas declaraciones. Toda una declaración de principios.  

Así, el dispositivo mediático se para en el terreno político como caballería de los golpes blandos. Esta estrategia es parte de una disputa generada en el inicio de la crisis del orden mundial que parte del inicio del nuevo siglo y donde  asoma el tránsito hacia una nueva forma de construcción imperialista global que pone en crisis el orden anterior. Si EE.UU. es central en este proceso, en forma avanzada y global ya no lo es como Estado-centro. El proceso de transnacionalización económica, política, militar e ideológica implica la proyección de EE.UU. de Estado-nación central a nodo estratégico del “Estado- Red Global”. Esto se debe al empuje internacional de otros bloques políticos y económicos dominantes como los BRICS, con China, Rusia y Brasil a la cabeza. Por eso la puja librada en los llamados países emergentes se para en clave de encrucijada: ser mercados emergentes o ser bloques de poder autónomos. El dilema final de la Patria Grande hispanoamericana.

Detrás de Nisman, el poder destituyente 

En la Argentina electoral 2015 el papel que juegan las empresas de medios se devela como dos caras de una misma moneda: por un lado amplifican las voces de los políticos disidentes y por otro hacen las veces de árbitros y jueces del termómetro social.

En el caso Nisman, a fin de pedir el esclarecimiento de la muerte del fiscal, el eje medios-oposición-poder judicial impulsa un nuevo escenario en Plaza de Mayo para el próximo 18 de febrero. El confuso discurso acerca de los objetivos de la movilización empaña más la cuestión: los organizadores sostienen que no es una marcha contra el gobierno aunque pareciera que toda la simbología y espectacularidad apunta al sentido contrario. Si no es un pedido de justicia, tampoco un reproche político, solo queda, sin apelar a lo peyorativo, en un homenaje a un fiscal importante de la nación que se quitó la vida en circunstancias aún no esclarecidas. Como tantas otras muertes a mano del poder tras bambalinas o los asesinatos por parte del aparato represivo del Estado, resaca de la última dictadura militar, pareciera que la relevancia mediática y política tiene razón de ser. Si, en su reclamo de justicia esclarecedora, no, como utilización de plataforma política para ocultar la escasez de propuestas.     

Hoy Alberto Nisman se transformó en emblema de la justicia mediática y la oposición destituyente. A falta de proyecto claro por parte de la mayoría del arco opositor, la lamentable muerte del fiscal se banaliza de tal manera que lo que importa es el uso del caso para atacar al gobierno, para que se vaya “la yegua“. 

Cabe recordar que Nisman es el mismo fiscal que en diez años no supo avanzar en la causa AMIA que tenía a su cargo junto a un plantel conformado por sesenta colaboradores. Es parte de un entramado tan complejo como su propia muerte.

Algo huele mal si entre las filas del evento marchará Cecilia Pando y Alejandro Biondini junto a candidatos que, bajo la bandera de la república, dicen ser los portavoces del cambio: léase, Sergio Massa, Elisa Carrió y Mauricio Macri entre otros, quienes ya expresaron que participarán con sus respectivas familias. 

Por suerte la democracia argentina cruzó la mayoría de edad hace rato y cada ciudadano puede expresarse libremente. No por eso vamos a dejar de señalar la intencionalidad política por más que quieran ocultarla. Porque cuando creemos consolidada la democracia de la Patria Grande, vemos los hechos ocurridos en Honduras, Paraguay, Ecuador y Bolivia, y las alarmas vuelven a encenderse. 

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