08/05/2024 - Edición Nº1981

Internacional | 1 abr 2015

Militarización y contrainsurgencia

Ante la actual ofensiva de Estados Unidos en proceso de expansión global hacia América Latina y el Caribe, considerado como un formidable “patio trasero”, como bien recordó ante el Congreso de ese país, el secretario de Estado John Kerry a fines de 2014, resulta imprescindible conocer el armado militar y contrainsurgente de Washington en nuestra región.


Stella Calloni

A partir de los años ´90, y después que en 1983 Panamá se negara a continuar con la Escuela de las Américas en el Comando Sur en la zona del canal, comenzaron a cambiar los planes de dominación en América del Sur. En aquella época, los generales del Comando Sur defendían las nuevas estrategias regionales y hemisféricas eternamente renovadas y establecían un nuevo esquema para “los conflictos de los años 2000” y la necesidad de estar en los territorios regionales antes de que - según su mirada - estos “estallaran”.

Para Estados Unidos el Comando Sur, que llegó a tener 20 bases militares y centros de inteligencia, se había transformado en un peligroso “objetivo de retaliación” (de respuesta) ante las nuevas guerras coloniales e intervenciones que se planeaban y además debían salir de la zona del Canal de Panamá al finalizar 1999.

Unidas estas circunstancias la estrategia fue trasladar el Comando Sur Central a Florida y dispersar bases militares-algunas de las cuales ya estaban enclavadas en el continente- además imprescindibles, para la actuación de la nuevas Fuerzas de Despliegue Rápido preparadas en la nueva estrategia para movilizarse rápidamente. También para la renovada Guerra de Baja Intensidad.

En el tema de militarización, además de las bases con tropas también se diseñaron nuevos establecimientos fáciles de ubicar en todos los países, varios de ellos estrictamente militares, de espionaje y para proteger a pequeños comandos de tropas especiales (los nuevos boinas verdes, capaces de acciones criminales de todo tipo contra nuestros países) y que pueden ser ubicados como Centros de Ayuda para desastres climáticos (inundaciones y otros).

En el famoso Libro Blanco del Comando Central Aéreo de Estados Unidos se habla de “la inclusión de Suramérica en la estrategia de tránsito, lo que permite lograr dos resultados: ejecutar la estrategia de compromiso regional y ayudar con las rutas de movilidad hacia África. Desafortunadamente no tenemos una estrategia disponible de compromiso en Suramérica que recurra a equipos aéreos”. Esto confirmaba el papel de nuestra región en la estrategia expansiva global de Estados Unidos y sus asociados donde la inclusión de América Latina llevaría a la ejecución de una “estrategia de compromiso regional”. Es decir concretar una activa dispersión del Comando Sur en bases militares estratégicamente ubicadas.

En 2009 se anunció la instalación de nuevas bases militares en Colombia, entre las cuáles Palanquero figura como la prioridad estratégica para la región. En el caso de las bases militares algunos autores consideran como tales a las que tienen tropas y señalan 49 en la región. Otros implican también como bases a los puestos de radarización bajo su control, sin descartar las nuevas construcciones de bases antinarcóticos y los centros de inteligencia en diversos países. En este caso se habla de casi 80. 

Sin embargo, para una mejor comprensión se asimilan como bases militares extranjeras a las que tienen tropas; todas estas formaciones confluyen a la red de militarización y a los proyectos de recolonización continental, cada vez más evidentes, en un trabajo conjunto con la IV Flota estadunidense revivida para estos nuevos tiempos. El criterio del Pentágono es controlar el terreno ante las “amenazas” que supuestamente representamos los países de nuestra región.

Estos “establecimientos” pueden tener o no fuerzas militares visibles o mercenarios (llamados contratistas) lo que las hace diferentes, aunque no menos peligrosas que las bases de Operaciones Principales enclavadas en lugares específicos.

En el esquema de militarización para tener un marco de situación es necesario recordar los planes geoestratégicos de recolonización como el Plan Colombia o la Iniciativa Mérida (después México) para llevar adelante las supuestas guerras antinarcotráfico o antiterrorista -término ambiguo si los hay-. Recordemos que en el caso mexicano, la aplicación de ese plan dejó entre 2006 y 2012, más de 120 mil muertos y alrededor de 40 mil desaparecidos, sin contar con miles de migrantes centroamericanos desaparecidos en ese mismo período en México. Situación que hasta ahora continúa con más muertes y desapariciones como la tragedia de los 43 estudiantes en Ayotzinapa. 

Son varios los factores a tener en cuenta en el tema de militarización y contrainsurgencia, en el esquema de la expansión global y las guerras preventivas imperiales, siendo imposible ignorar “la pata civil” de estas. En ese caso se registra en la región una invasión silenciosa, que lleva muchos años bajo el control de instituciones tales como la National Endowment Foundation (NED en español) o Fundación para la Democracia o La Agencia Internacional para el desarrollo de Estados Unidos (USAID) y otras series de entidades, que son parte del proyecto de militarización y control regional. 

Bajo estas fundaciones que obedecen a los planes de los organismos de inteligencia de Estados Unidos están las redes de araña de las Organizaciones NO Gubernamentales (ONGS) y la apropiación del 95 por ciento de la distribución de la noticia por los monopolios de la desinformación. Esta constituye hoy un arma básica de contrainsurgencia que se nos aplica cada día. Una injerencia para la desestabilización regional y la guerra bajo distintos métodos (aparentemente blandos) que refleja el golpismo y el avance del control militar. En este segmento está la ampliación de la base británica en la Isla Soledad en el archipiélago argentino de las Islas Malvinas, ocupadas colonialmente por el Reino Unido desde 1833. Una base de la OTAN, el gendarme mundial de la expansión.

De la misma manera en la base militar Fuerte Aguayo en Concón, cercana a Valparaíso, se anuncia una base en el Chaco paraguayo, donde ya está la Mariscal Estigarribia, con su aeropuerto de casi tres mil metros de largo para aviones que transporten equipos de guerra, que Paraguay no tiene. Y en los últimos días el ingreso de más de dos mil 88 soldados de Estados Unidos a Perú, que ya tenía otra cantidad similar de tropas circulando en ese país como en Paraguay con inmunidad diplomática. Esto sucede por si algo cambiara en Colombia y tuvieran lo que llaman “cuello de botella”; se aseguran presencia en el Perú con el mismo objetivo por controlar Suramérica. Como dicen sus documentos; “cubrir las necesidades de control y seguridad” y manejar las amenazas que esta región pueda plantear a Estados Unidos. ¿Quién amenaza a quién?

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