Por: Héctor Bernardo 

Signo de los tiempos que vive Chile, mientras el presidente Gabriel Boric participaba del acto en conmemoración del 49° aniversario del golpe de Estado contra Salvador Allende, y se comprometía con la búsqueda de los desaparecidos durante la dictadura de Augusto Pinochet, Carabineros reprimía la tradicional marcha que los organismo de derechos humanos hacen hasta el lugar donde descansan los resto de Allende. 

Una semana antes el pueblo chileno rechazó de manera contundente (62% contra 38%) la propuesta para la nueva Constitución.   

Chile ya decidió que la Carta Magna impuesta durante la dictadura pinochetista debe ser cambiada por otra creada en democracia, pero cuándo y cómo será eso aún está en debate. 

El presidente Boric aseguró: “Estoy profundamente convencido que durante nuestro período tendremos una Constitución de la cual todos y todas, más allá de nuestras legítimas diferencias, podamos sentirnos orgullosos. Yo confío firmemente en la sabiduría del pueblo y eso significa no despreciar, no ningunear las decisiones que toma el pueblo, porque a diferencia de hace 49 años, la derrota que sufrimos en las urnas quienes estábamos por la opción que fue derrotada, el Apruebo, fue una derrota”. 

Mientras tanto, la derecha se siente envalentonada, presiona desde Congreso para condicionar al gobierno y la Constitución de la dictadura sigue vigente. 

Para comprender este complejo panorama donde, parafraseando a Antonio Gramsci, lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no termina de nacer, Revista2016 dialogó con Jorge Kreyness, analista político y secretario de Relaciones Internacionales del Partido Comunista de Argentina. 

Kreyness recordó que “en las calles, los chilenos y las chilenas conquistaron el derecho a cuestionar la Constitución pinochetista vigente. Ahora perdieron el plebiscito sobre la propuesta para la nueva Carta Magna en un concierto que no es el más favorable para las fuerzas de los cambios”. 

“La región necesita un Chile asociado a los procesos de integración latinoamericana y caribeña, con una política exterior que gire alrededor de este punto”, sostuvo y agregó que “en nuestros países los temas de ecología, feminismo, pluriculturalismo, plurinacionalismo, etc., cuando aparecen desvinculados de los fenómenos económicos-sociales y de la lucha de clases pueden transformarse en un progresismo sin demasiado sustento”. 

El analista explicó que “durante los procesos electorales la gente no solo vota sobre las opciones que están literalmente en disputa en esa elección, sino que también apoya, critica o castiga a determinados sectores políticos ya sean del oficialismo u oposición”.  

“Las fuerzas populares y progresistas de Chile, que hoy están con grandes debates internos, van a tener que revisar muy profundamente, no solo la campaña electoral en la que fueron derrotados sino, también, aspectos de la política que está llevando adelante el gobierno. No para darle más concesiones a la derecha, sino para mayor profundización de lo que el pueblo chileno conquistó en las calles”, remarcó. 

Por último, Kreyness concluyó que “hay que sostener la unidad que se ha logrado, pero también la lucha en las calles y la organización. En unidad, los chilenos y las chilenas deberán ir construyendo la alternativa. Hay que mirar los problemas que tiene la mayoría popular. Chile es uno de los países más desiguales de América Latina. Hay un sector muy rico y millones y millones de pobres, esto en algunos países parece no ser el centro de la preocupación de los gobiernos”.